Auguste Rodin (París, 1840 - Meudon, 1917). El Pensador, 1902. Escultor francés. Fotografía de Edward Steichen ( 1879–1973). Fotógrafo estadounidense. |
Amo la paz y la
soledad; aspiro a vivir en una casa espaciosa y antigua donde no haya otro
ruido que el de una fuente, cuando yo quiera oír su chorro abundante. Ocupará
el centro del patio, en medio de árboles que, para salvar del sol y del
viento el sueño de sus aguas, enlazarán
las copas gemebundas. Recibiré la única visita de los pájaros que encontrarán
descanso en mi refugio silencioso. Ellos divertirán mi sosiego con el vuelo
arbitrario y el canto natural; su simpleza de inocentes criaturas disipará en
mi espíritu la desazón exasperante del rencor, aliviando mi frente el
refrigerio del olvido.
La devoción
y el estudio me ayudarán a cultivar la austeridad como un asceta, de modo que
ni interés humano ni anhelo terrenal agravará las alas de mi meditación, que en
la cima solemne del éxtasis descansarán del sostenido vuelo; y desde allí
divisará mi espíritu el ambiguo deslumbramiento de la verdad inalcanzable.
Las novedades y
variaciones del mundo llegarán mitigadas al sitio de mi recogimiento, como si
las hubiera amortecido una atmósfera pesada. No aceptaré sentimiento enfadoso
ni impresión violenta; la luz llegará hasta mí después de perder su fuego en la
espesa trama de los árboles; en la
distancia acabará el ruido antes que invada mi apaciguado recinto; la oscuridad
servirá de resguardo a mi quietud; las cortinas de la sombra circundarán el
lago diáfano e imperturbable del silencio.
Yo opondré al
vario curso del tiempo la serenidad de la esfinge ante el mar de las arenas
africanas. No sacudirán mi equilibrio los días espléndidos de sol, que
comunican su ventura de donceles rubios y festivos, ni los opacos días de
lluvia que ostentan la ceniza de la penitencia. En esa disposición ecuánime
esperaré el momento y afrontaré el misterio de la muerte.
Ella vendrá, en
lo más callado de una noche, a sorprenderme junto a la muda fuente. Para
aumentar la santidad de mi hora última, vibrará por el aire un beato rumor,
como de alados serafines, y un transparente efluvio de consolación bajará del
altar del encendido cielo. A mi cadáver sobrará por tardía la atención de los
hombres; antes que ellos, habrán cumplido el mejor rito de mis sencillos
funerales el beso virginal del aura despertada por la aurora y el revuelo de
los pájaros amigos.
De: Trizas de papel (1921), contenido luego en La Torre
de Timón.
José Antonio Ramos Sucre
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