lunes, 29 de julio de 2013

EL MENSAJERO



Rembrandt Harmenszoon van Rijn (Leiden, 15 de julio de 1606 – Ámsterdam, 4 de octubre de 1669) . Pintor y grabador holandés.





La luna, arrebatada por las nubes impetuosas, dora apenas el vértice de los sauces trémulos, hundidos con la tierra, en un mar de sombras.
Yo cavilaba a orillas del lago estéril, delante del palacio de mármol, fascinado por el espanto de las aguas negras.
Ella apareció bruscamente en el vestíbulo, alta y serena, despertando leve rumor.
Pero volvió, pausada, a su refugio, cerrando tras de sí la puerta de hierro, antes de volver en mi acuerdo y mientras esforzaba, para hablarle, mi palabra anulada.
Yo rodeo la mansión hermética, añadiendo mi voz al gemido inconsolable del viento; y espero, sobre el suelo abrupto, el arribo del bajel sin velas, bajo el gobierno del taumaturgo anciano, monarca de una isla triste, para ser absuelto del pesado mensaje.




De: La Torre de Timón (1925)




José Antonio Ramos Sucre


sábado, 20 de julio de 2013

JOSÉ ANTONIO RAMOS SUCRE: tres cartas inéditas









Doce son las cartas conocidas de José Antonio Ramos Sucre a su hermano menor Lorenzo. Ahora se adjuntan estas tres nuevas, antes citadas parcialmente en la biografía del poeta, concebidas por quien las guarda celosamente, su sobrina y ahijada Chela Ramos González. Otros hilos de una vida cuyo entramado es, secretamente, su obra. 

Alba Rosa Hernández Bossio 

 


I

Caracas 12/11/1924

Sr. Lorenzo Ramos
Agencia Banco de Venezuela,
Maracaibo.-

Querido Lorenzo.-

Te advierto que debes economizar urgentemente, sin ocuparte de obsequiarme. No deseo ni acepto regalos. Debes fundar tu casa como un baluarte… Insisto en que debes tener una casa propia en Caracas. De otro modo, la campaña de vivir se torna depresiva, angustiosa.
        Nuestro bisabuelo, Miguel Ramos, no vino con Morillo; nació en Cumanacoa entre 1.770 y 1.780, y fue su alcalde cuando la visitó Humboldt en 1.799. Era capitán de las milicias blancas del lugar al empezar la independencia. El padre del Mariscal, coronel Vicente Sucre, acepta en su ejército a nuestro bisabuelo y lo denomina el capitán de milicias blancas don Miguel Ramos. Poseo el documento, publicado hace años. Este mismo señor casó con María Josefa González Velásquez, descendientes de los primitivos pobladores de Cubagua, persona blanca, nacida en el pueblo de San Juan, isla de Margarita. De modo que somos deudos del doctor Carlos Manuel Velásquez, médico distinguido de Caracas, cuyo padre se llamaba Juan Manuel como el abuelo de Blanca.
        Muchas señoras principales de Caracas y de Cumaná tuvieron hijos de oficiales de Morillo. Eliso Silva Díaz  me dice que don Silverio era deudo por su padre del coronel Tomás García, el del Valencey.
        José, Trinita e hijos han llegado ayer a Caracas, en casa de mamá.
        Los atenderé.

        Saludos a tu gente, adiós.
               
                J.A.R.S

        (Carta escrita a máquina, con la despedida y firma manuscritas)




II


Caracas: 23 de diciembre de 1.924

Señor Lorenzo Ramos
Banco de Venezuela,
Maracaibo

Estimado Lorenzo:

He hablado con Lara sobre ti. Me advierte que él y Lecuna están dispuestos a mejorarte más. De modo que puedes corresponderte con ellos sobre tu situación y ocuparme con el mismo fin.
        Te repito que debes economizar apasionadamente. Debes poner en salvo el precio de una casa en Caracas.
        Destiné el retrato de la sobrina para marcar los libros que estudio. No puedo concebir un destino más honroso. Sabes que no tengo dónde guardar retratos. Me gusta la pinta. Desde ahora te advierto que una mujer debe ser inglesa por la educación. El idioma inglés le proporciona un sueldo y le permite leer e instruirse. Únicamente en inglés se escriben libros que pueden leer las mujeres.
        El niño o niño debe poseer un organismo sano. Lo primero es que duerma y coma y que sus funciones corporales se verifiquen con la regularidad automática de un reloj. Nada de huir al sol y al aire. Solo debe huirse de la inmoralidad, de la desvergüenza e impudor.
        Consérvate bien. Pasa desapercibido. No llames nunca la atención de los demás. Vive dentro de las cuatro paredes de tu casa.
        Saludo cordialmente a tu gente y te deseo prosperidad.

                        José Antonio

        (Carta escrita a máquina, incluso la firma)


III


        El dinero permite
trabajar sin afán
Caracas 13/6/28

Sr. Lorenzo Ramos.
Economista
Banco de Venezuela,
Maracay-


                Hay que trabajar
Siempre, pero sin afán

Estimado Lorenzo:
Recibida tu carta y en cuenta. Te recomiendo que no uses en tus cartas bromas de ningún género, por inocentes que las creas, con los personajes. Hazte siempre el cargo de que las cartas son abiertas.-Punto en boca.-
Hay que ser honrado. Lo cual no implica que se deba ser tonto. Respeta y atiende a todo el mundo. Es posible que la más segura fuente de proventos sea la amabilidad que hayamos despertado en los demás.
Saludos a Blanca, Doña Luisa y cariñosa a la muñecas.
        Mándame con toda confianza.-
                                               Magnífica la carta  Jesús


                        J.A.R.S

(Cartas a máquinas con frases manuscritas a lápiz, así como la firma. Luisa Pregal de González Mármol es la suegra de Lorenzo)




Tomado de Papel Literario, periódico El Nacional (sábado 9 de junio de 2007).

sábado, 13 de julio de 2013

LA VIDA DEL MALDITO




Odilon Redon (1840-1916). Pintor francés. 




Yo adolezco de una degeneración ilustre; amo el dolor, la belleza y la crueldad, sobre todo esta última, que sirve para destruir un mundo abandonado al mal. Imagino constantemente la sensación del padecimiento físico, de la lesión orgánica.
    Conservo recuerdos pronunciados de mi infancia, rememoro la faz marchita de mis abuelos, que murieron en esta misma vivienda espaciosa, heridos por dolencias prolongadas. Reconstituyo la escena de sus exequias, que presencié asombrado e inocente.
    Mi alma es desde entonces crítica y blasfema; vive en pie de guerra contra los poderes humanos y divinos, alentada por la manía de la investigación; y esta curiosidad infatigable declara el motivo de mis triunfos escolares y de mi vida atolondrada y maleante al dejar las aulas. Detesto íntimamente a mis semejantes, quienes sólo me inspiran epigramas inhumanos; y confieso que, en los días vacantes de mi juventud, mi índole destemplada y huraña me envolvía sin tregua en reyertas vehementes y despertaba las observaciones irónicas de las mujeres licenciosas que acuden a los sitios de diversión y peligro.
    No me seducen los placeres mundanos y volví espontáneamente a la soledad, mucho antes del término de mi juventud, retirándome a esta mi ciudad nativa, lejana del progreso, asentada en una comarca apática y neutral. Desde entonces no he dejado esta mansión de colgaduras y de sombras. A sus espaldas fluye un delgado río de tinta, sustraído de la luz por la espesura de árboles crecidos, en pie sobre las márgenes, azotados sin descanso por un viento furioso, nacido de los montes áridos. La calle delantera, siempre desierta, suena a veces con el paso de un carro de bueyes, que reproduce la escena de una campiña etrusca.
    La curiosidad me indujo a nupcias desventuradas, y casé improvisadamente con una joven caracterizada por los rasgos de mi persona física, pero mejorados por una distinción original. La trataba con un desdén superior, dedicándole el mismo aprecio que a una muñeca desmontable por piezas. Pronto me aburrí de aquel ser infantil, ocasionalmente molesto, y decidí suprimirlo para enriquecimiento de mi experiencia.
    La conduje con cierto pretexto delante de una excavación abierta adrede en el patio de esta misma casa. Yo portaba una pieza de hierro y con ella le coloqué encima de la oreja un firme porrazo. La infeliz cayó de rodillas dentro de la fosa, emitiendo débiles alaridos como de boba. La cubrí de tierra, y esa tarde me senté solo a la mesa, celebrando su ausencia.
    La misma noche y otras siguientes, a hora avanzada, un brusco resplandor iluminaba mi dormitorio y me ahuyentaba el sueño sin remedio. Enmagrecí y me torné pálido, perdiendo sensiblemente las fuerzas. Para distraerme, contraje la costumbre de cabalgar desde mi vivienda hasta fuera de la ciudad, por las campiñas libres y llanas, y paraba el trote de la cabalgadura debajo de un mismo árbol envejecido, adecuado para una cita diabólica. Escuchaba en tal paraje murmullos dispersos y difusos, que no llegaban a voces. Viví así innumerables días hasta que, después de una crisis nerviosa que me ofuscó la razón, desperté clavado por la parálisis en esta silla rodante, bajo el cuidado de un fiel servidor que defendió los días de mi infancia.
    Paso el tiempo en una meditación inquieta, cubierto, la mitad del cuerpo hasta los pies, por una felpa anchurosa. Quiero morir y busco las sugestiones lúgubres, y a mi lado arde constantemente este tenebrario, antes escondido en un desván de la casa.
    En esta situación me visita, increpándome ferozmente, el espectro de mi víctima. Avanza hasta mí con las manos vengadoras en alto, mientras mi continuo servidor se arrincona de miedo; pero no dejaré esta mansión sino cuando sucumba por el encono del fantasma inclemente. Yo quiero escapar de los hombres hasta después de muerto, y tengo ordenado que este edificio desaparezca, al día siguiente de finar mi vida y junto con mi cadáver, en medio de un torbellino de llamas.



De: La Torre de Timón (1925)



José Antonio Ramos Sucre

domingo, 7 de julio de 2013

PRELUDIO




Cristóbal Rojas (1858-1890). Pintor venezolano. Dante y Beatriz.





Yo quisiera estar entre vacías tinieblas, porque el mundo lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige, impertinente amada que me cuenta amarguras.
Entonces me habrán abandonado los recuerdos: ahora huyen y vuelven con el ritmo de infatigables olas y son lobos aullantes en la noche que cubre el desierto de nieve.
El movimiento, signo molesto de la realidad, respeta mi fantástico asilo; mas yo lo abre escalado de brazo con la muerte. Ella es una blanca Beatriz, y, de pies sobre el creciente de la luna, visitará la mar de mis dolores. Bajo su hechizo reposaré eternamente y no lamentaré más la ofendida belleza ni el imposible amor.




De: La Torre de Timón (1925)



José Antonio Ramos Sucre

OFELIA



John Everett Millais (1829-1896). Pintor e ilustrador británico. Ofelia.




La bruja adereza el veneno de la fiebre soñolienta. Requiere los nenúfares y lentejas del agua.
Desde el cielo de colores sordos, el aquilón de carrillos inflados, imagen de un dibujo holandés, arroja su brisa letal.
Una canturía lenta, insipiente, erige de la tierra la zarza de las espinas y demanda la presencia de un lagarto famélico. El monje de la zozobra avista su efigie en la frente de una calavera de risa desdentada.
Sobre las ruinas, ocultas bajo las redes y lazos de una vid silvestre, la forma aérea de una virgen florecida en un siglo ideal suprime el sortilegio y sosiega el ambiente con sus alas de fantasma.
Y la secunda el ruiseñor, poeta del amor inconsolable.




De: El cielo de esmalte (1929)




José Antonio Ramos Sucre